Thursday, November 10, 2011

"Lo que más quiero" de Delfina Castagnino

Lo que más quiero. Dirección y guión de Delfina Castagnino. Con Pilar Gamboa, María Villar, Esteban Lamothe. Argentina, 2010.

Lo que más quiero es una película que corre el riesgo de pasar un tanto desapercibida no por sus eventuales defectos sino por sus virtudes. Estas virtudes son, entre otras, la sutileza de tono, el rechazo absoluto a narrar en exceso o a exagerar el dramatismo, el humor sereno, los ritmos pausados y, en una palabra, la confianza en que el espectador completará los sentidos implícitos de la historia.

SINOPSIS
La sinopsis es sencilla (siguen spoilers): una amiga innominada va a visitar a otra amiga igualmente innominada a la Patagonia. Las dos, a su modo, perdieron algo (¿lo que más querían?): la porteña a su novio, la lugareña a su padre. La primera lo ha perdido de un modo metafórico, lo cual, claro, vuelve su situación más banal y a su modo más dolorosa: ella y su compañero decidieron tomarse una distancia después de una relación de varios años. La distancia se vuelve literal cuando la chica viaja a la Patagonia, y también cuando se resiste a volver a Buenos Aires. El conflicto de su amiga, en cambio, es menos visible y también menos resoluble, ya que no sabe qué hacer con la situación en que queda, con su padre recientemente fallecido. Las dos conviven por cierto tiempo, van juntas a fiestas, hablan de varios temas, y sobre el final tienen el primer enfrentamiento, que antes estaba contenido. Todo termina en una tibia reconciliación, sin embargo, y no es muy claro qué pasará después.

CONFLICTO
El conflicto central de la película es la incomunicación entre las amigas: cómo la recién llegada, dispuesta a encarar una vida nueva, al menos mientras le dure las vacaciones, no encuentra el modo de escuchar a su amiga, mientras ésta tampoco logra expresar del todo (salvo para el espectador más o menos atento) lo que realmente le pasa. Esta incomunicación puede tomarse como hilo para unir las poquísimas tomas –unas veinticinco en total– que componen la película. La primera, como en todo buen arte, se refleja y repercute en todas las demás, y por eso basta como ejemplo. Las dos amigas, de espaldas a la cámara, miran un monumental paisaje lacustre, y hablan de temas de poco relieve. Por ejemplo, de un curso que te enseña a respirar, y con eso te permite bajar el stress. Enseguida, la de Buenos Aires le dice a la otra que tiene una noticia bomba: el novio de una amiga común acaba de dejar a su pareja porque tiene un amante, varón. Para revelar la noticia, se pone de perfil, de modo que el espectador por primera vez le ve media cara, mientras que la amiga se queja de que le haya aplaudido en la oreja. El modo de presentar la “noticia”, en un ambiente de tanta paz, hace sobresaltar al que lo escucha, y también al lector. Lo central es que el contexto de tranquilidad, que la película ya no abandonará, queda perfectamente bien delimitado desde los primeros segundos. Ninguna casualidad que miren, como el espectador, un paisaje natural majestuoso. Tampoco que le den la espalda a ese mismo espectador, y hablen pausadamente de temas menores. Mucho menos que entre esos temas la porteña mencione la buena “respiración”, que aprendió en un curso para bajar el stress. Tampoco que, en una relación amistosa de este tipo, mencionen tan al pasar la homosexualidad, recurrente, incluso en la medida en que se la calla, en toda la película (y sobre todo en la escena en que se las muestra dormir, ya de día, no muy cerca una de la otra y bastante vestidas, en la misma cama). Y aquí está uno de los aciertos: lo principal muchas veces ocurre fuera de cámara, y está sugerido en un gesto o una palabra. Como los niveles repercuten unos en otros, la armonía se genera de otro modo, mucho más subterráneo y efectivo.

SOLOS DE LAS PROTAGONISTAS
La película se centra en las dos amigas, pero llegado un punto cada una de ellas tiene un largo solo donde se la caracteriza desde otra perspectiva. En el de la porteña aparece un diálogo que tiene algo del humor de Kafka, es decir del humor más efectivo que existe. Los protagonistas, aquí, son ella y un chico que conoció poco antes. Lo increíble es que, aunque el chico mete la pata de todas las maneras imaginables, el diálogo crece y crece, porque obviamente los dos están interesados en que continúe y entonces su contenido concreto prácticamente da lo mismo. Esa incomprensión por el lado del contenido concreto, mientras que la comunicación fluye perfecto por otras vías, le da al diálogo un dinamismo que parecería no tener si uno sólo se fijara en las palabras. Un intercambio, sobre todo, confirma esta sensación. El chico le pregunta a la porteña si su novio tuvo algún pequeño papel en la tele con algún famoso.
–¿Y con algún famoso, hizo un bolo? –pregunta el chico, que es un tanto snob, pero no tanto por esnobismo como por ingenuidad.
–A ver, adiviná. Si adivinás, me muero.
El lector se imagina qué famoso más o menos popular en el momento podrá decir el chico, y cuál podrá ser el famoso real. Pero el chico, contra cualquier expectativa razonable, dice:
–Raúl Taibo.
¿A quién diablos se le iba a ocurrir justo ese tipo? Pero en el máximo de su buen oficio, la película confirma que, en efecto, el famoso era Raúl Taibo. No trata de justificar el misterio, ni siquiera de explicarlo: está ahí, entre los dos, como la otra corriente subterránea que los hacía seguir charlando pese a lo catastrófico de la charla. De paso, por si quedaba alguna duda, prueba que a la peli no la anima ningún intento (fallido) de naturalismo, sino otra propuesta estética que tiene más que ver con otros géneros. (Lo único que sí recuerda al naturalismo fallido, pero que probablemente deba ser entendido como humorada, es el diálogo entre la lugareña y uno de los ex empleados de su padre, que dice “Si te aceptaría [sic] el dinero”, o “espero que esteas [sic] tomando la decisión correcta”, giros que suenan un poco postizos y que no se condicen con su habla general.) Por eso los críticos que observan que el chico parece un "tonto de pueblo" parecen estar olvidando el marco de lectura que la película misma impone. No se trata de ningún "tipo" (tonto de pueblo o cualquier otro), sino de un "modo" (una comunicación tan sólida por otros motivos que puede prescindir de los pequeños aciertos vulgares que logran, en la vida cotidiana, que la comunicación prospere).

El solo de la lugareña, por su parte, corresponde a la liquidación de los sueldos de los ex empleados de su padre muerto, a quienes, básicamente, va a despedir, porque no desea continuar con el astillero. Les completa el pago de un mes, y les paga un mes más. Nadie se queja, todo lo contrario. La conflictividad que la situación hubiera pedido a gritos en otra película aquí no tiene lugar, y está bien que así sea. Uno de los señores se niega a aceptar el dinero, y habla maravillas del padre. Por primera vez, la chica llora sin dejar de mirar a la otra persona.

Es algo que nunca pudo hacer con la porteña que, pese a ser su amiga, y quizá su “gran” amiga, es menos sensible que un cascote al sufrimiento de la otra. Esto es visible desde casi el principio. En la primera escena en la cabaña de la lugareña, por ejemplo, la amiga le pregunta si extraña a su padre.
–Sí, mucho –dice la dueña de casa.
La otra, que estaba jugueteando con una perra, no sólo no continúa con el tema sensible que acaba de sacar a colación, sino que ni siquiera guarda silencio, y a los pocos segundos dice:
–Bastante trola, tu perra. Mirá, está relajada… Y si le hacés así, mirá…
Y enseguida, haciendo un puente de ideas extraordinario para analizar en detalle, algo que de todos modos no se intentará en esta reseña, le viene a la cabeza el chico con el que su amiga sale (¡después de haber mencionado lo trola que era la perra!):
–Y este Martín, ¡muy bien!
O sea, cuando la otra le dice que extraña a su padre, ella responde que la perra es muy trola, e ipso facto se vuelve hacia el novio ocasional de la otra. No puede profundizar en el tema, pero no del todo por egoísmo. Ni siquiera lo ve. Quizá como lo cuento acá parece brutal o estereotípico, pero en la película casi pasa desapercibido, y no tiene nada de exagerado. Al contrario, la amiga porteña parece simpática, inteligente, agradable, y mejor amiga que la otra, que casi en cada escena le gruñe, por distintos motivos superficiales (si bien el motivo central es siempre el mismo: que con ella no puede hablar para nada de lo que realmente le aflige).
En el medio, la porteña empieza a salir, al menos a medias, con el chico que había adivinado el nombre de Raúl Taibo, si bien esta relación se ve desde muy lejos, como del otro lado de un vidrio. (Hay una escena en que, efectivamente, la lugareña los mira del otro lado de un vidrio, con cara de pocos amigos.) El modo en que la relación de la porteña y el chico empieza también es representativo: no se dieron un beso esa misma noche en la que hablaron, como hubiera sido previsible, sino después de saltar a un lago desde una roca alta, cuando nadie se esperaba el beso (salvo por la tensión acumulada en la escena anterior), algo que es un acierto por manejar a la perfección los silencios y las elipsis, y por sorprender legítimamente al espectador.

ENFRENTAMIENTO FINAL
La película se resuelve con un primer enfrentamiento franco entre las amigas, si bien, como es habitual, las causas reales quedan sumergidas, del mismo modo que en las guerras-proxy (si se las puede llamar así) los contendientes principales no sabían del todo, o no explicitaban, que eran representantes o satélites de otras potencias mayores y ocultas. Por primera vez, la porteña responde frente a la indiferencia agresiva de la lugareña. Se pelean un poco. La porteña, igual, no está dispuesta a llegar muy lejos. La amiga tampoco: claramente no le importaría demasiado que la otra se fuera (de hecho nunca responde a las insinuaciones de su amiga sobre la posibilidad de quedarse un largo tiempo), pero tampoco lo busca. Finalmente, se pegan en broma unos golpes, la porteña se cae, terminan riéndose. ¿Pero qué clase de risa es? La porteña se trae una cerveza sólo para ella; la otra se queja. “No te voy a traer, mirá cómo me trataste”, dice aproximadamente la porteña. Incluso en el momento que en una peli típica hubiera sido de redención, aparecen operando otras fuerzas más densas. Y ahí, aproximadamente, se acaba la película. Por su humor y su tacto narrativo, debería estar en las videotecas de todos los cinéfilos. Ojalá Internet favorezca su difusión, porque se la merece totalmente.
Para terminar, una nota de color. En los agradecimientos de la película, se dice: “A mis amigas y compañeros”. O sea: compañeros en una generalidad mixta, pero amigas, en cambio, sólo amigas…

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