Wednesday, January 25, 2012

Crímenes (Verbrechen) de Ferdinand von Sirach

Este libro de cuentos, el primero de von Sirach, y que ha estado en la lista de best-sellers en Alemania por casi un año, tiene la rara cualidad de leerse casi de un tirón y a la vez de dejar la sensación de que, al leerlo, uno no ha perdido el tiempo. Por un lado, muestra retratos más o menos atemporales de personajes entrañables (Fähner, por ejemplo, que sin embargo asesina a su mujer). Más que eso, sin embargo, describe con agilidad y de un modo creíble personajes del bajo fondo alemán y sobre todo berlinés: turcos de Kreuzberg ("El cuenco de té de Tanata"), libaneses de Nuekölln ("El erizo"), centroeuropeas emigrantes ("Suerte"), dealers diversos, mafiosos de poca monta, etc. De todos modos, el secreto del atractivo reside en gran medida en su fraseo. Von Sirach no usa adjetivos inútiles. No escribe oraciones que simplemente abultan. No usa símbolos ni metáforas, salvo raramente. Habitualmente es preciso y filoso, tal como uno se esperaría de un jurista. Por lo demás, tiene el talento de encontrar la imagen atractiva que queda grabada en la mente del lector. De ese modo no tiene que sobrecargar con descripciones inacabables.

PERSONAJES. Además, es capaz de caracterizar certeramente a un personaje centrándose en un puñadito de rasgos principales. Sus retratos, por lo demás, nunca se rebajan a calificar a nadie de "bueno" o "malo", si bien se limita a "comprender", al menos de modo compasivo, a delincuentes cuyos crímenes son entendibles (absteniéndose de analizar a delincuentes cuyos delitos exceden cualquier humanidad aparente). En este punto, el libro no supera demasiado lo previsible, ya que no es en modo alguno revulsivo. Pero ya mostrar el aspecto delicado de determinados tipos de delincuentes no deja de ser un avance respecto de gran parte de la literatura.

HISTORIAS. Los cuentos, por lo demás, son transparentes de principio a fin (salvo algún guiño à la Henry James al final de "Summertime"), fáciles de entender pero no previsibles, reconfortantes pero no idiotas, y sin nada de la cháchara típica de la literatura comercial, que repite varias veces lo mismo para que ningún distraído se pierda nada. Von Schirach logra la diafanidad por sacar lo superfluo y disponer con precisión la esencia de las historias, con sus tragedias y sus personajes ambivalentes. Eso, sumado a su cercanía con el mundo de la delincuencia, le permite un relato que nunca pierde el ritmo o la intriga.

EN RESUMEN. Ya estoy esperando que circule en Argentina su segundo libro, "Schuld" (Culpa), o su primera novela, "Der Fall Collini" (El caso Collini). Es cierto que su tono sin sobresaltos puede parecer algo seco, y que no aspira al vuelo de otros grandes narradores capaces de esa sobriedad y decencia de tono, como Elias Canetti o Robert Musil, que sin decir de más ni ser grandilocuentes podían llegar a cimas que ningún poeta del exceso conocía; pero logra entretener e informar, describe con soltura y gracia ambientes reconocibles y atractivos, pinta caracteres entrañables y narra historias inolvidables sin sufrir por la muerte de la experiencia (como habría hecho un lector de Benjamin) ni por la desproporción entre sujeto y objeto (como habría hecho un lector de Beckett). El resultado es un libro que no cambiará la historia de la literatura, pero que hace desear que más autores tuvieran la modestia y el talento de Von Schirach.